INTRODUCCIÓN
El presente trabajo pretende apenas una aproximación a este vasto tema. cuyo tratamiento más completo habrá de ser materia de futuras indagaciones. He querido en esta publicación abreviada proporcionar a los docentes de la región de Ocaña una herramienta manejable a partir de la cual les será posible incorporar, al área de Castellano Literatura, la temática local correspondiente, con el propósito de recuperar. al menos en parte, el desarrollo que Ocaña ha tenido, desde la Colonia, en materia literaria.
De cada período histórico, seleccioné los representantes más significativos entendiendo, por supuesto, que la reseña es en si incompleta. Sin embargo. al revisar la bibliografía que dio origen al trabajo inicial, el educador podrá remitirse fácilmente a los textos y colecciones de publicaciones periódicas, para ahondar en detalles biográficos y bibliográficos a partir de los cuales podrá introducirse en la historia de nuestros autores regionales.
Aspiramos que esta investigación cumpla con mi propósito inicial de recuperación de la memoria cultural y, con ello, prosigamos en la búsqueda incesante de la identidad que tanto solemos pregonar, rindiendo, de paso, un homenaje a los hombres y mujeres que pusieron tan alto el nombre de Ocaña en la historia nacional y aún continúan.
1. LITERATURA OCAÑERA EN LA COLONIA
Poco conocemos acerca de nuestras primeras manifestaciones literarias, sin embargo, de acuerdo con los datos consignados por cronistas e historiadores nativos, podemos realizar un acercamiento al tema, evaluando a grosso modo, las características de contenido y forma que revistieron las producciones durante la Colonia, compartidas, como se sabe, con otras ciudades de raigambre similar a la nuestra.
Ocaña fue fundada el 14 de diciembre de 1570, por el Capitán Francisco Fernández de Contreras. Su desarrollo inicial se produjo como puerto terrestre entre Pamplona y su área de influencia, la Costa norte y el centro del virreinato.
El primer personaje que aparece definido en la historia de la literatura ocañera es el sacerdote Félix del Real y Soto, nacido en esta ciudad el 16 de abril de 1713 y fallecido en Santa Marta en 1785. Hacia 1742 se desempeñó como clérigo de menores y preceptor de gramática en Tenerife. Los estudiosos de nuestras letras regionales lo han considerado como el precursor de los poetas ocañeros, gracias a un acróstico suyo hecho en homenaje a don José Nicolás de la Rosa, autor de la obra "Floresta en Santa Marta". Este famoso "soneto" de Del Real y Soto, suele insertarse en las antologías, como una curiosidad literaria. Veamos el acróstico en cuestión:
Dónde se habrá de hallar más deleitoso
Jardín que el que tu ingenio ha cultivado
Odoríferas flores le has plantado,
Siendo en lo ameno fértil y vistoso
En cada hoja encontrará el curioso
Fragancia tanta que le cause agrado,
De diferentes flores que has buscado,
Enriquecido le has muy cuidadoso.
Lo pusiste Floresta, porque arguya
A título de obra, y lo consiento
Reconociendo que de sus primores,
Otra razón no encuentro que ser suya
Si la rosa eres tú, con fundamento
Arguyo que serán tus obras flores!
Correspondiente también al periodo colonial, escritores tales como Agustín Francisco del Rincón, nacido posiblemente a comienzos del siglo XVIII, y que aparece como cura rector de la parroquia de Ocaña en 1774. Nada conocemos, hasta ahora, de su actividad como sacerdote. De él sólo se conserva un escrito titulado "Auténtica información sobre la formación, figura y milagros de Ntra. Sra. Maria Stma. Titulada de Torcoroma. que se venera en Ocaña desde el año 11".
Joaquín Gómez Farelo. Nació en Ocaña a comienzos del siglo XVIII y murió el 3 de diciembre de 1812. Fue sacristán de los jesuitas en la iglesia de San Bartolomé, en Santafé. En 1758 viajó a Santa Marta donde se ordenó como sacerdote fue sacristán de la catedral de Ocaña y luego cura en Chiriguaná. A su regreso a Ocaña, ocupó la rectoría de la Escuela de Cristo Sacramentado y fue también "Limosnero Mayor de Nuestra señora de la Torcoroma"
Durante la revolución de los Comuneros, en 1781, Gómez Farelo actuó como dirigente de la revuelta en Ocaña. como lo atestigua la nota oficial que el gobernador de Santa Marta, Antonio de Narváez y la Torre, envía al Obispo Francisco Navarro de Acebedo, uno de cuyos apartes dice: "El subtente. Don Apolinar de Torres destinado con algunas tropas para contener y escarmentar las inquietudes de estas provincias, me dice que en las que se habían maquinado en la ciudad de Ocaña (en que ahora se halla) de bastante gravedad se le asegura por personas fidedignas, e imparciales que están complicados algunos eclesiásticos de que me nombra a Don Joaquín Gómez Fardo que entonces se encontraba allí, a Dn. Simón Tadeo Pacheco, a D. Miguel Antonio Copete, y a D. Manuel Domingo del Real…" (A H N. Fondo Milicias y Marina, T. 117; fls.878 u 902).
Joaquín Gómez Farelo fue autor de la "Reseña histórica de la aparición de Nuestra señora de la Concepción en el monte de Torcoroma en Ocaña". El manuscrito original del documento, data de 1788; se publicó en la Imprenta Real en 1805, editándose una segunda entrega en Ocaña en 1881, en la Imprenta de José A. Jácome.
Las dos obras, anteriormente mencionadas, fueron realizadas a manera de reseña, de información histórica sobre la aparición de la Virgen de Torcoroma (que tuvo lugar en 1711), incluyendo testimonios sobre la ocurrencia de milagros, y opiniones de autoridades civiles y eclesiásticas sobre el caso.
A manera de información, mencionemos también durante la época colonial, a José Miguel de Ibáñez Arias (Ocaña 1792 - Tocaima 1873), tío materno de José Eusebio Caro, quien dejara algunos escritos sobre medicina.
Como manifestaciones de la POESÍA POPULAR, bien vale la pena insertar en este capítulo, algunos ejemplos recogidos por Eustoquio Quintero, aparecidos en el periódico Anunciador, a comienzos del presente siglo:
San Pedro saca tu daga
si te vuelven a cobrar,
Tate quiero Malariaga
diezmero de Salazar,
que en la cueva se han de estar
los mulatos de Oroque
esperando el otro toque
para darle allí otra carga,
la carrera será larga
al que a San Pedro provoque.
Francisco Picón Siglo XVIII
Los versos anteriores, hacen referencia a un pleito por cobro de diezmos en Cáchira y San Pedro (hoy Villacaro), ordenado por el Mayordomo de fábrica Pedro Maldonado a Francisco Picón, siendo cura de Ocaña Miguel Antonio de Aro (1763).
Las siguientes composiciones, también de la Colonia, y de autores anónimos, se refieren, la primera a las expresiones jocosas e irónicas que los blancos de Buenavista coreaban en sus fiestas patronales cuando llegaba el cura doctrinero con los indígenas; la segunda, una inscripción que existía en el templo de la misma población:
Aquí llegaron las Niguas
los Saguás y Tequeteques,
detrás vendrá su familia
los armadillos y ñeques.
La campaña y el atril
que en esta iglesia teneis,
son del año de mil
setecientos treinta y seis
2. LA REPÚBLICA
Durante el proceso de Independencia no encontramos exponentes de las letras ocañeras que tengan que ver directamente con el desarrollo cultural de la ciudad. Sólo hasta 1851, con la llegada de la imprenta, podemos hablar de un inicio de nuestra tradición literaria, pues fue, justamente, a partir de la publicación del primer periódico, La Estrella (impresor, Samuel Nieto, 1851), que comienza una serie ininterrumpida de publicaciones periódicas, libros y folletos, y a la formación de las primeras tertulias literarias.
JOSÉ EUSEBIO CARO
Poeta, periodista y político nacido en Ocaña el 5 de marzo de 1817 y fallecido en Santa Marta el 28 de enero de 1853.
Fue hijo de Antonio José Caro y María Nicolasa Ibáñez. Durante su juventud desempeñó varios cargos públicos y participó como militar en las contiendas civiles, entre 1840 y 1842, bajo las órdenes del ejército legitimista.
José Eusebio y su familia salen de Ocaña en 1818, radicándose en Santafé. Allí se dedica a estudiar y luego a trabajar en un cargo menor de la Dirección de Crédito Público. Una vez que estalla la guerra civil, se une a las tropas del General Pedro Alcántara Herrán, regresando a Ocaña el 20 de enero de 1841. Luego, el 11 de agosto, después de haber servido como agente del gobierno para lograr la paz con el jefe de los revolucionarios de agente del gobierno para lograr la paz con el jefe de los revolucionarios de Mompox, Lorenzo Hernández, regresa nuevamente a su tierra natal donde permanece durante cinco meses. En su "Diario", Caro narra los acontecimientos y detalles de su estancia en La Cruz (hoy Abrego) y Ocaña, donde se alojó en casa de su tío político, Manuel María Trigos, quien era dueño de la antigua casona de El Molino. Don Manuel María estaba casado con la tía de José Eusebio, doña Carmen Ibáñez, cuya residencia quedaba cerca a la Plazuela de San Francisco. Para esta época, Caro ya es un poeta conocido en Santafé: sus primeros versos lo pública en el periódico "La Estrella Nacional" (1836), hacia 1845 sus poemas son reconocidos nacionalmente.
En 1849 redacta, junto con Mariano Ospina Rodríguez, la primera declaración política del Partido Conservador.
Durante su vida, José Eusebio no publicó ningún libro. Sólo hasta 1857, ya fallecido, aparece su primera selección de versos.
Caro casó en Santafé con doña Blasina Tovar, el 3 de febrero de 1843, José Eusebio Caro está considerado como uno de los poetas románticos más representativos de Hispanoamérica.
El Romanticismo se inscribe en la categoría de lo "romántico", de lo "afectivo", como reacción del sentimiento frente a los seres, los acontecimientos y las cosas, lo cual implica la exaltación de lo emocional, lo legendario, lo evocador, lo novelesco y lo misterioso. La escuela romántica, propiamente dicha, hace alusión a una forma especial del lenguaje y de la creación estético-literaria que no se ajusta a las normas clásicas de la retórica y la poética grecolatinas.
Todos estos elementos se conjugan en la obra poética de José Eusebio Caro, sobre quien escribieron completos ensayos y apreciaciones críticas, sus contemporáneos. Tres etapas, señala Miguel Antonio Caro en la producción de su padre: "En la primera de ellas predomina la imaginación; la segunda se distingue por el sentimiento, en la tercera habla la razón". De acuerdo con esto, José Eusebio Caro va aumentando el nivel de transcendencia en cada una de las etapas anotadas. Autores críticos, y a la vez poetas, como Jaime García Maffla, ha generalizado el Romanticismo, afirmando que se caracterizaba por "la hostilidad al mundo, al padecimiento como constante de la vida y imposibilidad de la comunicación humana". Ciertamente, Caro demuestra tales características, al igual que lo hará buena parte de los poetas ocañeros durante el siglo XIX y XX.
Veamos lo que José Eusebio Caro entendía por poesía: "Desterrada la ficción, quedaría la verdadera, la poesía de los sentimientos y de la historia; quedarían las glorias de la virtud y las armonías de la naturaleza. Esas glorias y armonías nunca faltarían, ni en el corazón que las sintiese, ni en una voz que la cantase. La poesía así quedaría reducida a su elemento esencial, que es la poesía lírica, la oda. La poesía es el canto del hombre y nada más, en ese canto hay dos cosas: La voz y el sentimiento, las dos cosas juntas son la poesía. La voz sin el sentimiento expresado, es sólo música, el sentimiento sin la voz, es sólo pasión.
A manera de ejemplo, veamos el siguiente poema:
DESALIENTO
Acabaron mis sueños de gloria,
Acabaron mis sueños de amor,
Resta sólo su triste memoria,
Y mi mente perdió su esplendor.
Al salir de mi tímida infancia
A encontrar mi primer juventud,
¡Cuál corría con tierna ignorancia
A embriagarse de amor y virtud!
¡Y ese amor que buscaba es mentira!
¡La virtud una amarga irrisión!
¡Los suspiros que daba mi lira!
No movieron ningún corazón!
Dulces sueños de amor y de gloria
Si es posible olvidar cuanto fue,
¡Ah! ¡cerrad de mi vida la historia
Cual se abrió, con virtud y con fe!
(Enero 20 de 1840)
LAS TERTULIAS LITERARIAS
La primera tertulia literaria ocañera de que tengamos noticia, se formó el 4 de marzo de 1860. Entre sus integrantes se contaba el educador y escritor Lubín Lobo Barbosa, el poeta y periodista José Domingo Jácome, el historiador Eustoquio Quintero, Alcibiades Lemus y el poeta Daniel Cardona. El grupo se denominó Liceo de Hacarí. Su actividad intelectual y cívica se reflejó en artículos y poemas publicados en los periódicos "Hacarí" (1856) "Revista Mercantil" (1895), "La Voz de Ocaña (1884), "La Nueva Era" (1186) y otros.
Otros grandes escritores en esta época fueron:
*DANIEL CARDONA (o Daniel Alvarez Cardona)
Entre sus poesía destacamos "Recuerdos Tristes" (1852), "Ella" (1856); "Ni una flor" (1857) etc.
*EUSTOQUIO QUINTERO
Colaboró con periódicos como La Nueva Era, La Voz de Ocaña, Revista Mercantil y El Anunciador, donde dío a conocer las primeras versiones de "El alto del Vicario" y "El cerro de la Horca".
*ALEJO AMAYA
En 1918 la Tipografía Central de Ocaña publica su novela "Violetas blancas", de índole romántica.
*JUSTINIANO J. PAEZ
Su obra histórica más importante fue "Noticias históricas de la ciudad y pronvinca de Ocaña desde 1810 hasta la guerra de los tres años".
*MANUEL BENJAMÍN PACHECO AYCARDI
Se destaca por su obra "Monografía eclesiástica de la parroquia de Ocaña" publicada en 1934.
*LUIS A. SÁNCHEZ RIZO
Su obra fundamental es la "Monografía de Ocaña" (1936), "Historia de Ocaña a través de los días y los años", publicada en la revista Hacaritama.
( ... )
4. LOS FELIBRES
Culminada la guerra denominada de los Mil Días, retorna la calma a la Provincia de Ocaña y con ella se reinicia la actividad cultural. Aparece, entonces, en el panorama de las letras, el grupo literario integrado por Euquerio Amaya, Diego Jácome, Joaquín Roca Niz, Víctor Manuel Paba, Enrique Pardo Fardo, Santiago Rizo Rodríguez y el sacerdote-poeta Alfredo Sánchez Fajardo. De tal núcleo, conformado por poetas, periodistas e intelectuales, en general, nacerían LOS FELIBRES, consolidados hacia 1904 con la aparición del periódico "Espigas" Este centro de cultura regional se vería reforzado también con la presencia del poeta Jesús Emilio Ceballos y el intelectual venezolano Gonzalo Carnevalli. El nombre de felibres fue tomado del movimiento literario provenzal, aparecido a mediados del siglo XIX, cuyas características modernistas y regionalistas adoptaron Euquerio Amaya, Santiago Rizo Rodríguez y Enrique Pardo Farelo, conocidos en el mundo de las letras con los pseudónimos de Adolfo Milanés, Edmundo Velásquez y Luis Tablanca, respectivamente. En Bogotá, la revista "Trofeos", dirigida por Cornelio Hispano, da cabida a los versos de estos tres eximios exponentes de nuestras letras.
Su ideología liberal y sentido de ruptura frente a la sociedad que les tocó en suene, desata sobre Los Felibres la persecución o la indiferencia de sus contemporáneos. Solo hasta la aparición del Centro de Historia, en 1935, comienza prácticamente a reconocerse e1 valor literario de este
movimiento, que marcó un hito en la historia de nuestra literatura regional.
4.1 EUQUERIO AMAYA (Adolfo Milanés)
Poeta, cronista y periodista, nacido en Ocaña en 1882 y fallecido en la misma ciudad el 22 de febrero de 1931.
Cursó estudios en el colegio de La Presentación, iniciándose allí como poeta. Muy pocos aspectos se conocen de su juventud. Como liberal, fue partidario de la revolución de 1899. En 1904 fundó, junto con Velásquez y Tablanca, el periódico literario "Espigas" y, más tarde, Ideas (1915), de índole política.
En 1930 publicó su primer libro de poesías, titulado "Curvas y rectas", editado en Bogotá. Después de su trágico fallecimiento, se dio a la luz pública una compilación de sus prosas: Ocaña por dentro (1932).
La poemática de Milanés recibió el influjo de Julio Florez y del español García Lorca y, naturalmente, de los simbolistas franceses, sin desconocer la huella romántica y regionalista de los bardos provenzalez. Su temática tiene que ver con el paisaje nativo, las vivencias familiares y conceptos trascendentales que, como la muerte, tiñen de tristeza su obra. Su prosa es ágil, saturada de fina tronta y cieno humorismo que se mezcla a veces con el apunte político.
Regionalmente, consideramos a Adolfo Milanés como el exponente más puro de nuestra identidad comarcana, en lo que tiene que ver con la expresión poética.
Apreciamos en la siguiente composición, la profundidad y espontaneidad de sus versos:
LIED
Los hombres nos vamos
y las cosas quedan;
queda lo insensible, queda la materia.
Y se esfuma la célula activa
que piensa;
y se desbarata el cordaje divino
que vibra y que sueña;
y desaparece la lengua que canta
y el ojo que vela.
Los hombre se van y no vuelven nunca
mas las cosas quedan...
los hombres vivimos unos pocos soles
y siglos y siglos perduran las piedras.
¡Señor!
¿Por que viven menos las cosas que viven
y por que más viven las cosas ya muertas?
Linda mujercita
que el ámbito oscuro de mi vida alegras,
dame pronto el licor que del labio
es miel que se acendra,
porque yo me voy, me voy y no vuelvo,
y las cosas quedan.
4.2 SANTIAGO RIZO RODRÍGUEZ (Edmundo Velásquez)
Poeta y prosista. Naci6 en nueva York el 22 de mayo de 1881 y falleci6 en San José de Costa Rica el 11 de diciembre de 1954.
Al igual que sus compañeros de grupo, Milanés y Tablanca, se inicio tempranamente en las letras. La incompresi6n de un medio cerrado y hostil, pacato, pendenciero y áspero, prende amapolas de orgullo en su pecho de juglar aventurero y comienza la vendimia poética entre arrestos periodísticos de crítica regional, cuando su coraz6n comienza a madurar su
cuarto lustro de existencia, con la publicación de La Pulga... En el mes de julio de 1899.... Ciertamente, debieron ser bastante duras las jornadas de iniciación de Los Felibres, en una Ocaña intolerante políticamente que obligó a estos bardos a refugiarse tras de pseudónimos para poder combatir la mediocridad y ejercer la crítica sin correr los riesgos que implicaba tal actividad en uno de los períodos más conflictivos de la historia nacional, como lo fue la etapa de preguerra y postguerra de los Mil Días.
Con relación a Rizo Rodríguez, nos dice el poeta Eligio Álvarez Niño: "La oscurantez intransigente de sus glosadores ripiosos y pigmeos, le obligó a adoptar un seudónimo: primero el de Edmundo Llano Velásquez, y después, el de Edmundo Velásquez, llanamente, el cual conservó hasta ultimo momento"
En 1913, el poeta publicó en Madrid su obra "Psiquis, de la cual extraemos la siguiente muestra:
COSAS DE LA PARROQUIA
Só1o por ti, mi amada, me resigno
al vivir de esta vida provinciana,
soportando el prejuicio asaz maligno
del gamonal, del cura y de mi hermana.
Si al toque de oración no me persigno,
si no me postro al son de la campana,
el sacristán murmura: " !Mozo indigno!
y la beata vecina: " !Alma pagana!"
Por mejorar de suerte no hago empeño;
y en las horas de hastío, con mi ensueño,
me escudo de la chusma comarcana.
Y me resigno a la monotonía
de esta prosaica vida provinciana
solo por ti, mi buena amada mía
4.3 ENRIQUE PARDO FARELO (Luis Tablanca)
Cuentista, novelista y poeta nacido en El Carmen el 11 de diciembre de 1883 y fallecido allí mismo, el 1o de junio de 1965.
Se radicó en Ocaña, donde se desempeñó como empleado de la casa comercial Jácome Niz; en esta ciudad frecuentó los círculos literarios de la época, relacionándose con Milanés y Velásquez, con quienes formaría luego el grupo de Los Felibres. Colaboró con la prensa ocañera y la revista bogotana "Trofeos". En 1910, viajó a Bogotá, ocupando un cargo en los Ferrocarriles Nacionales. En la capital de la República colaboró con el Tiempo, El Espectador, Cromos y El Gráfico. En 1930, se desplazó a Cúcuta donde ocupó durante breve lapso la Secretaría de Hacienda del Norte de Santander.
De los tres Felibres, Tablanca es quien cuenta con mayor producción literaria, abarcando la crónica periodística, el cuento, la novela y la poesía.
Obras: Cuentos Sencillos (Madrid, 1909); Cuentos fugaces (España, 1917); La flor de los años, Poesías (Bogotá, 1918); Tiérra encantada, Novela (1926); Una derrota sin batalla, Novela (Bucararnanga,1935).
Sobre Luis Tablanca, opina así el crítico Ciro Alfonso Lobo-Serna:
Tierra encantada es una novela breve que, si no desarrolla todos los cánones del costumbrismo, pues que se queda apenas en lo que algunos llaman realismo local, interpreta muy bien la psicología popular de un pueblo que, hasta hace pocos años, estuvo bastante unido al ancestro colonial genuinamente español. Y sobre la novela Una derrota sin batalla, el escritor e investigador literario, Fernando Ayala Poveda, señala: Con Una derrota sin batalla (1935) se revela el perfil político de los años treinta y, en sí, de la dirección de los partidos, de sus pugnas y sus muertes. Diego Castrillón Arboleda y Luis Tablanca dejan un testimonio ya hoy en día suficientemente trabajado sobre los zafarranchos entre los dirigentes...
Luis Tablanca se aproxima a la estética y al mundo novelado con relativa fortuna. Por lo menos ya juega con el personaje, la técnica literaria y la acción. Su diferencia con Castrillón Arboleda reside en que el primero expone la lucha partidista entre el contexto del poder y el segundo las razas en su búsqueda de supremacía (Ayala Poveda. Manual de Literatura Colombiana, 5a edici6n, Bogotá, 1992, p.282).
En cuanto a la producci6n poética, Tablanca guarda el mismo sentimiento de tristeza que caracteriza a sus compañeros de grupo; veamos una de sus composiciones:
FUTURO
Alguna noche triste del oscuro mañana,
cuando la tierra pida la tierra de mis huesos,
en un sepulcro angosto, bajo los verdes sauces
me dormiré. La luna desde los altos cielos
será mi compañera en las heladas noches,
la luna, esa doliente lámpara de los muertos.
Entonces los desdenes con que me heriste ciego
te buscarán, ¡Oh amada de suaves ojos negros!
vagarás dolorida, sentirás mi nostalgia,
y en la palabra dulce que pidieron mis versos,
la frase compasiva que no nació, tornada
en víbora implacable se agitará en tu seno;
te seguirá sin tregua, como furias del Orco,
las caricias guardadas; los no encendidos besos
serán hiel en tu boca; contemplarás la vida
como la arena estéril de solitario yermo...
¡No valdrá que me inquieras bajo los verdes sauces
ni valdrá que me busques, porque estaré muy lejos...!
5. LA GENERACIÓN DEL CENTRO DE HISTORIA
Teniendo como antecedentes las tertulias del siglo XIX, el grupo de Los Felibres y bajo la tutela intelectual de veteranos, como el académico Belisario Matos Hurtado, Justiniano J. Páez, Manuel María de la Rosa y César Paba, se fundó el CENTRO (hoy Academia) DE HISTORIA DE OCANA, el 13 de mayo de 1935, con el objeto de investigar y preservar el patrimonio histórico de la región, e impulsar y divulgar las artes y las letras. Fueron fundadores de esta institución, junto con los anteriormente mencionados, Luis Eduardo Páez Courvel, Jorge Pacheco Quintero, Emilio A. García Carvajalino, Luis Felipe Molina y Marco A. Carvalalino Caballero. Como órgano de la entidad, comenzó a circular, en ese mismo año, la revista Hacaritama que hoy llega ya a su edición N0 266.
En los años subsiguientes a la creación del Centro (elevado a categoría de
Academia por ley 76 de 1968), se vincularon como miembros, Luis A.
Sánchez Rizo, Pedro Antonio Sánchez, Alejo Amaya Villamil , Antonio
Courvel Núñez, Santiago Rizo Lobo, Rubén Sánchez N., Francisco C.
Angarita, Astolfo Castilla Jácome, Emmanuel Cañarete, Leonardo Molina
Lemus, Ciro A. Osorio Quintero, Lucio Pabón Núñez, José María Peláez
Salcedo, Juan Manuel Pacheco S.J., Juan Sarmiento Herrera, Manuel Roca
Castellanos y muchos otros importantes exponentes de las letras
regionales.
La actividad del centro de Historia y el prestigio de la revista Hacaritama, lograron que el grupo fuera reconocido nacionalmente e, incluso, en el exterior. Las relaciones con académicos, poetas y ensayistas de todo el país, enriquecieron los contenidos de la revista y abrieron espacios que permitieron el posicionamiento de Ocaña como capital intelectual del Norte de Santander.
En historia, son destacables las investigaciones de Páez Courvel, Sánchez Rizo, Juan Sarmiento Herrera y el jesuita Juan Manuel Pacheco Ceballos, asi como las realizadas por los sacerdotes Manuel Benjamín Pacheco Aycardi y Antonio Courvel Núñez; en poesía, Marco A. Carvajalino, Emmanuel Cañarete, Ana Valier y Jorge Pacheco Quintero; en el ensayo sobresalieron Manuel Roca Castellanos y Lucio Pabón Núñez; la narrativa se enriqueció con las obras de José María Peláez Salcedo, Felipe Antonio Molina y, más tarde, Chela García Núñez; la crónica tuvo como adalid a Ciro A. Osorio Quintero. Se abordaron todos los campos de la literatura, el arte y la crítica.
Sin duda alguna, la generación del Centro de Historia se constituye en el grupo de mayor importancia cultural de la región de Ocaña y del Norte de Santander.
LUIS EDUARDO PÁEZ COURVEL
Historiador, ensayista, poeta, periodista, crítico y académico.
Nació en Ocaña el 30 de junio de 1906 y falleció en Cúcuta el 20 de junio de 1950. Hijo del historiador Justiniano J. Páez y Ana Dolores Courvel Serrano. Hizo sus estudios primarios en el Colegio de la Presentación; bachillerato en el Colegio José Eusebio Caro y de San Bartolomé, de Bogotá (1927). Adelantó estudios superiores en la facultad de Derecho de la Universidad Nacional.
En 1924, produjo sus primeros poemas y ganó un concurso realizado en el Colegio Caro, con su tríptico La Tempestad, siendo jurados del certamen, Adolfo Milanés y el padre Ignacio María Egaña, S.J. Desde 1922 se vincula al periodismo ocañero. En 1935 participó en la fundación del Centro de Historia de Ocaña. En este mismo año, publicó la interpretación estética y lírica de Adolfo Milanés, ensayo con el cual se dió a conocer nacionalmente como escritor.
Entre 1941 y 1950, Páez Courvel ocupó diversas posiciones como juez, rector del Colegio José Eusebio Caro, Vicerrector del colegio Santander de Bucaramanga, concejal, diputado y Representante a la Cámara y, Finalmente, Secretario de Hacienda del Norte de Santander.
Cultivó la poesía durante un corto tiempo, para dedicarse luego al ensayo literario y a la crítica artística; más tarde, se consagró como investigador histórico, campo en el cual se le reconoció nacional e internacionalmente.
Perteneció a diferentes organismos académicos nacionales, entre ellos la Academia Colombiana de Historia.
Los críticos han considerado a Páez Courvel como uno de los mejores exponentes de la literatura nortesantandereana, dada la calidad en la estructura literaria y el manejo elegante del idioma castellano. El Ministerio de Educación Nacional, para honrar su memoria, fundó en 1952 la Biblioteca Pública de Ocaña, que lleva su nombre.
Obras: Historia de. las medidas agrarias antiguas (1940); La fundación de Ocaña (1940); Los tres símbolos de la muerte; Estudios históricos sobre Pamplona. y Ocaña (1950); Precursores, mártires y próceres santandereanos & la Independencia (1951); Ensayos críticos, volúmenes 1 y II; . Biografía del doctor Alejo Amaya (1952); Interpretación estética y lírica de Adolfo Milanés, y otros estudios publicados en la revista Hacaritama y otras publicaciones periódicas de la región.
Una de las muestras típicas de su brillante prosa, es el fragmento que transcribimos, a continuación, correspondiente al estudio crítico sobre Milanés y su obra:
"Calles de mi tierra, trazadas por la geometría de la emboscada, prestas a la asechánza, recogidas en el silencio, abrazadas a los caminos, en perpetua vigilia;, calles de mi tierra, tatuadas en su piel centenaria, fino guadamacil adobado al fuego de las pendencias, con historias fabulosas, iluminadas por la tragedia; por aquel rincón amable, discretamente cordobés, fulgió el revuelo de las espadas por los embelesos de doña Beatriz, la más bella rapaza de los contornos; por aquella calleja, aciaga y melancólica, pasó el torbellino de los Colorados, con don Jácome el Caudillo, sobre caballos desbocados, fragmento vivo de un friso legendario, y por allá lejos, en los huertos de geranios, donde se anuncian los campos con fecundos olores de
establo, pasan ráfagas de lamentos, que se desgarran en el silencio, mientras los búhos doctorales trazan parabólicas litúrgicas sobre las copas de los barbatuscos.
Calles de mi tierra, vestidas para navidad, con festones virginales, por donde el poeta de Ilva caminó largos años con aquella sonrisa triste que le cubría la cara como una cortina de agua; calles de amplios aleros y ventanas afables por donde se escurría el amor, como un diablillo alado, en su eterna conquista de corazones; calles de viernes santo ataviadas de luto, solemnes y monjiles, que se arrodillaban ante el sepulcro de sándalo y se empinaban, azoradas e ingenuas, a presenciar el milagro de la Resurrección; calles de pascua, llenas de luz, de perfumes, de locura, que se embriagaban con el vino de las estrellas y amanecían lívidas, estilizadas, con la fatiga de la vigilia en las ojeras de violencia.
Por esas calles nuestras, generosas y afables, deambuló Milanés; en ellas recogió la visión trivial de lo uniforme y de lo vario; indagó sus tradiciones, interrogó sus leyendas y en breves crónicas solariegas, que son estampas de hondo sabor añejo, proyectó su corazón como un fanal de espirituales irradiaciones"
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